Acabo de llegar de la inauguración de la exposición conmemorativa de los 10 años de Kunsthal, la escuela donde terminé mis estudios de diseño gráfico, lugar donde probablemente más aprecié esta profesión. Ahora, más metido en la machaca diaria de producir, quizás soy más consciente de lo que durante ese tiempo tuve la suerte de vivir (Uno vuelve nostálgico, leñe!)
En la presentación de hoy hemos tenido la suerte de poder escuchar a Curro Claret, fenomenal diseñador industrial que como bien comentó Josema, el ahora director de la escuela, es el Joan Brossa del diseño industrial.
La presentación de algunos de los trabajos de Curro ha dado pie a una conversación entre los asistentes acerca del Diseño Social. Es digno de admiración, dentro de esta profesión en ocasiones tan superficial, que alguien se pregunte qué podemos hacer los diseñadores cuando vemos una injusticia social, cuando vemos una persona durmiendo en la calle, cuando presenciamos en televisión un acto terrorista que nos conmueve.
La conversación se ha movido por dos caminos: Las empresas y su implicación con lo social por un lado y el de la receptividad y sensibilidad de la gente con los proyectos de tintes sociales.
La verdad es que me han entrado ganas de hablar en más de una ocasión, pero uno es más bien reservado y se aprovecha de este pequeño hueco en la red para expresarse… 🙂
En cuanto a la receptividad del público, mi opinión es más que clara y es que con que llegues a unos pocos, el trabajo ha merecido la pena. En cierta manera, es una idea similar al «slogan» de los Herederos de Rowan, llegar a unos pocos para llegar si puede ser, llegar a todos (es mi versión adaptada del para convencer a miles, les hablamos uno a uno).
En muchas ocasiones, los diseñadores esperamos una reacción por parte de los consumidores, que muchas veces, para ellos pasa desapercibida. El tacto del papel que pretende evocar tal experiencia no es siempre percibida por los demás y en ocasiones el concepto del proyecto necesita más datos para ser comprendido. Pero habrás tocado el corazón de los que han pillado el mensaje y puede que estos, ayuden a los que no lo han pillado a captarlo. O no. Pero es mejor intentarlo que quedarse de brazos cruzados.
Respecto a las empresas todos lo teníamos más o menos claro. Las empresas están para hacer dinero y mojarse con determinados temas sociales puede ser aparentemente peligroso y por lo tanto, parece ser que no son muy receptivas a este tipo de iniciativas. Cuando tratas con una empresa, si te apetece conservar el cliente, hay que saber dónde está el límite :^)
Un ejemplo claro de lo que hablamos es el proyecto Disonancias, donde empresa y artista se reúnen para realizar un proyecto en común y los intereses de ambos crean precisamente eso, disonancias. El vídeo de Itxaso Díaz lo muestra perfectamente.
Del día de hoy también me traigo otro recuerdo de mi época en la escuela. El de viajar durante un rato largo en el Topo (tren de cercanías de Euskotren, jodidamente lento según que trayecto hagas) y poder pensar, escribir o simplemente escuchar música. También me he traído el catálogo de la expo, perfectamente maquetado y diseñado por los chicos de Husmee.